17 de Julio de 2016 – CAÑON CHARYN
Salgo de Karakol no muy temprano ya que la ruta de hoy es cortita, apenas 250 kms, aunque hay que cruzar la frontera de Kyrgystán a Kazajstán, y nunca se sabe …
El tiempo, la carretera y el paisaje acompañan, y es que hace un día espectacular para rodar en moto. Allá a lo lejos se adivinan unas montañas nevadas que … CHINA, CHINA A LA VISTA!!! Tan cerca y tan lejos.
Poco a poco la carretera va desapareciendo y se convierte en un camino de cabras en el que alcanzo a un cicloturista ruso, le pregunto si necesita algo, charlamos un rato …, en fin, lo típico que se suele hacer cuando te encuentras a alguien por estos lares.
Más adelante me alcanzan a mí dos motoristas, un alemán y un finlandés que están haciendo pistas por la zona, la frontera está cerca y vuelvo a coincidir con ellos mientras arreglamos el papeleo del cambio del país. Al ser una frontera poco transitada, los policías son bastante amables e incluso bromeamos con ellos, aunque se me ocurre hacer una foto y rápidamente me dicen que la borre.
Paro en el siguiente pueblo a comer algo y un muchacho local hace de intérprete en el restaurante porque sino me ocurriría como la mayoría de los días, elijo algo al hazar con el dedo, jejeje. El mismo muchacho se presenta al rato con una bolsa de fruta para regalarme.
Ruta espectacular hasta el Caón Charyn, que es como el Cañón del Colorado pero más pequeño. Hay una pista de tierra de unos 20 km y me vengo arriba con la Africota, y es que ‘la cabra tira pal monte’.
La entrada al Cañón cuesta 712 Tengues (unos 2 euros; aún no entiendo lo de los 12 Tengues, pues aquí lo redondean todo). Puedo entrar con la moto al parque Natural pero no rodar con ella por medio del Cañón.
Decido acampar arriba para estar junto a la moto y así poder disfrutar de las vistas. Mientras estoy haciendo la cena, se levanta un fuerte viento que casi se lleva la tienda por lo aires, así que tuve que amarrarla a la moto, ya que era imposible clavar las piquetas en esa tierra que parecía cemento.
La cena fue una simple sopa de fideos, ya que las salchichas y el pan me las olvidé en el Hostal del día anterior, pero sentado al borde del cañón, con luna llena y con el viento como único sonido, me pareció la mejor cena del mundo.