23 a 26 de Agosto – Vuelo desde VLADIVOSTOK y llegada a JAPON
Hasta el último momento me acompañaron los bikers del Club Samurais Rusos de Vladivostok, y es que, a pesar de que el vuelo salía a las 2.35 de la madrugada, me llevaron hasta el aeropuerto y entre abrazos, fotos y pasarnos los teléfonos de contacto, nos despedimos hasta la próxima.
El vuelo … muchas horas; de Vladivostok retrocedí 2 horas en el tiempo hasta Pekín, donde había que hacer escala y cambiar de terminal, y al no tener visado Chino, estaba un poco acongojado por si no me dejaban entrar, pero el policía de la frontera se apiadó de mí y me dio un pase de 1 día. Espera de unas cuantas horas y de nuevo a volar con rumbo a otra ciudad china, cuyo nombre ya no recuerdo, donde tuvimos que bajarnos del avión para, tras un recorrido por el aeropuerto, pasar de nuevo controles de seguridad, etc., volvemos a montarnos en el mismo avión …
Finalmente y tras 16 horas de viaje, llego a Fukuoka. Los policías, aquí son extremadamente amables, tanto que mientras me registran el equipaje, parece que me estuvieran pidiendo perdón por ello y durante las preguntas de entrada, me indican que hable más ‘bajito’ para no molestar al resto.
Ahora a buscar el Norishico Guest House (G.H.) que está en un pueblo cercano. Preguntando y con los trenes japoneses, llego a una buena hora al G.H. Muy simpáticos el dueño (Sicco) y su Staff (Key).
Tres días he pasado en este G.H. esperando a que llegara el Japan Rail Pass que permite moverse por Japón en casi cualquier tipo de tren. Lo había comprado en Vladivostok por internet, pero como no daba tiempo a que me lo enviaran allí, puse la dirección de este G.H. en Japón. Durante estos días he aprovechado para visitar un famoso templo budista cercano y la fábrica de cerveza Asahi,; tras el tour donde te explican cómo se fabrica la cerveza, te permiten una ‘cata’ durante 20 minutos, jejeje
Por las noches, hay muy buen ambiente en este G.H y todos los huéspedes nos sentamos (en el suelo, por supuesto) en un pequeño salón, alrededor de la mesa y entre buen música, cervezas, saque y licor coreano, nos comunicamos bastante bien a pesar de las diferentes nacionalidades que allí concurren. Risas y más risas hasta las 0.00 donde todo el mundo a dormir.
Resulta que el dueño es un enamorado de las motos y tiene unas cuantas en su garaje y uno de los días me lleva, de ‘paquete’ (porque no quiso alquilarme una), a hacer algunos recados, bueno, al menos puedo decir que he rodado por Japón.