15 a 22 de Agosto de 2016 – VLADIVOSTOK

La ruta desde Bikin a Vladivostok consistió en 600 kms de carreteras con buen asfalto, incluso el último tramo con autovía que nos vino de perlas para avanzar pues íbamos con la hora un poco pillada para que no se nos hiciera de noche.

Mientras cruzábamos el nuevo puente que da acceso a la ciudad y que discurre sobre el Pacífico (ufff, menudo subidón, sobre el pacífico y con nuestras motos, no pudimos evitar gritar de alegría y nos escuchamos el uno al otro a través de nuestros cascos) una intensa lluvia nos recibe para recordarnos que el viaje no ha sido fácil y que ‘hasta el rabo, todo es toro’.

Teníamos contacto en la ciudad, el Moto Club Samurais Rusos, y Alina y otros miembros nos estaban esperando, no sin antes tener que preguntar a varios locales como llegar hasta el club.

El Club House es magnífico, en la parte de abajo tienen un garaje con herramientas para darle un buen repaso a las motos y la parte de arriba es acogedora, con salón, sofá cama y cocina. Perfecto para los dos.

Durante esta semana que hemos pasado en Vladivostok, todos sus miembros se han desvivido con nosotros, y en especial Alina, que ha hecho de perfecta anfitriona, llevándonos en su coche a hacer todos los recados que necesitábamos: Comprar recambios para la moto, recoger el paquete que envié desde Samara con los neumáticos y demás cosas que no necesitaba. Se ha encargado también de arreglarme los pantalones de la moto cuya cremallera de la bragueta estaba rota y le entraba fresquito al ‘pajarito’, además de encargarse de que me cosieran varios parches del chaleco que estaban a punto de volar.

Una de las noches salimos de ruta con las motos hasta la Isla Russki, donde pudimos ver los cañones que protegen la ciudad bajo el puente. Estos tíos conducen rápido por la ciudad y también por los caminos, a pesar de lo bacheadas que están las calles.

Aprovechamos para echarnos las típicas fotos con el cartel de VLADIVOSTOK y también pasar una tarde en la playa, donde me olvidé de quitarme las gafas de sol con la impaciencia de bañarme en el Pacífico y por supuesto las perdí en el primer chapuzón, así que al día siguiente le explique a Alina lo que había pasado y me llevó a comprar unas gafas de … buceo!!! Jajaja. Menos mal qu en la misma tienda había también gafas de ciclista y aproveché para pillar unas.

Una de las tardes, había en el club más gente de lo normal, pero nosotros continuamos sentados en la mesa principal y al rato nos percatamos que estaban teniendo una reunión de directiva y nosotros allí plantados, como si tal cosa.

Un miembro del club que es mecánico, le hace una buena revisión a la moto: Cambiar cubierta delantera, disco de freno delantero (que otro miembro del club me buscó de segunda mano y gratis), cambio de aceite y filtro, limpieza del filtro de aire, cambio del Kit de arrastre, ,cambiar rodamiento traseros (que vuelven a estar en mal estado) y cambiar el separador interior que se ha roto la soldadura que me hicieron en Jaca hace ya casi 1 año).

Viernes toca despedida de Ricardo, después de 2 semanas rodando juntos, se hace duro despedirlo, pero tiene que volverse a Estocolmo a trabajar. Él se vuelve en avión y la moto la envía en el tren Transiberiano, que se la lleva a San Petersburgo, donde un miembro del club se la recepcionará y Ricardo la recogerá en unas semanas.

Durante unos días, también se ha alojado en el club Elena, una mujer de 50 años que se va recorrer toda Rusia en su Scooter de 125, sin GPS, sin internet en el móvil, con sus cosas envueltas en bolsas de basura, con la moto que le cuesta arrancar y consume más aceite que gasolina … pero está decidida y le pasamos los diferentes contactos que hemos hecho, ya que va en el sentido contrario al que hemos hecho. Espero que tenga suerte en su ruta.

Llegó el día de tener la entrevista con el ‘famoso’ Yuri Melnikov y Svetlana (su mujer, que también trabaja en la oficina de Vladivostok), que gestiona el envío de motos desde Vladivostok. Las noticias no fueron muy buenas ya que mi idea incial de enviar la moto directamente a Alaska no era posible, habría que desplazarse hasta Corea del Sur y desde allí por avión. Tenía varias posibilidades, aunque es difícil tomar una decisión porque Yuri te da los precios de enviar la moto desde Vladivostok, a partir de ahí, tú te tienes que averiguar el agente donde quieres enviarla y pedir precio. No es fácil y gracias a la gestión de mi hermano Francis con millones de correos enviados, decidimos que la mejor opción es enviarla por barco desde Vladivostok hasta Vancouver. El barco tarda unos 35 días, así que mientras la moto llega a Canadá, visitaré Japón unos días y luego San Francisco de invitado (o mejor dicho, de ‘gorroneo’) en la casa de mi hermano.

Una vez decidido el envío de la moto, hay que limpiarla extremadamente bien ya que la frontera canadiense es muy quisquillosa en este aspecto para que no entren especies no autóctonas. Al parecer, no han aceptado la entrada de alguna motocicleta por no estar perfectamente limpia.

Del embalaje de la moto se encarga la empresa de Yuri, pero hay que estar muy pendiente para que no dañen la moto, ya que la caja la van haciendo a medida.

 Una vez cerrado el tema de la moto, hay que encargarse de la salida del piloto. Con destino a Japón, mi primera opción era por ferry, ya que es más barato. Hace escala en Corea del Sur, pero desde allí está lleno hasta Japón, así que tengo que recurrir al avión. Ufff, menudo viajecito, pero lo contaré en otro capítulo.