CIUDAD DE MEXICO (5 mar 2017)
Llegada relativamente tranquila a esta megalópolis de más de 20 millones de personas y es que gracias a la ruta recomendada por Octavio y a pesar de que coincide con el concierto de Metallica, no hemos encontrado demasiado tráfico y, apenas tras unos cuantos atascos y un par de susto con algún coche que se cambia de carril sin avisar, hemos llegado al destino sin demasiados problemas. Estaba algo preocupado por la cantidad de advertencias que había recibido respecto a lo difícil que se pone el tráfico aquí, pero no me ha parecido que fuera muy distinto al de cualquier otra gran ciudad, eso sí, no te equivoques de salida o tendrás que dar una graaaan vuelta, jejeje.
Sólo habíamos comido unos fideos ‘Maruchan’ en un Oxxo de carretera, así que, tras una copiosa cena, salimos a pasear por la Alameda cercana al Palacio de la Bellas Artes, donde también se encuentra el Hemiciclo dedicado a Juárez, siempre custodiado por dos policías. Es domingo y hay mucha gente paseando por el parque y disfrutando de los puestos ambulantes y de las improvisadas pistas de baile bajo la luz de la luna.
Desde que entré al país me han confundido con un ‘gringo’ (sobretodo cuando llevo las chanclas y las bermudas de camuflaje, que es muy a menudo, jejeje), y aunque en la ciudad paso más desapercibido, se me acercan tres chavales con su libreta en la mano para hacerme una entrevista en inglés para un trabajo de la escuela.
Durante los días en la ciudad, doy largos paseos por el Centro histórico disfrutando del enorme Zócalo y poder admirar la Catedral en la Plaza de la Constitución, presidida por una enorme bandera que ondula lentamente por la ligera brisa.
Por las calles semi-peatonales aledañas caminan miles de transeúntes, turistas y vendedores ambulantes que cruzan los pasos de peatones sin respetar los semáforos, pero aparentemente de manera coordinada, ya que ‘casi’ nunca pasa nada, ante la no muy atenta mirada de los policías de tránsito.
Ciudad de México es la urbe con mayor número de museos del mundo, dedicados en su gran mayoría al arte, a la arqueología y a la rica historia mexicana desde su fundación, en 1325, por los Méxicas, destacando el Templo Mayor, situado junto a la Catedral, que comprende una serie de construcciones piramidales, erigidas en 7 diferentes etapas, alcanzando una altura máxima de 45 metros, donde confluían los aspectos más importantes de la vida política, religiosa y económica de la ciudad en su época prehispánica.
Impresionan los relatos tallados en las paredes donde los exploradores españoles describen la belleza que percibieron al avistar por primera vez esta ciudad.
Originariamente, la ciudad estaba asentada sobre una extensa red de lagos que fueron desecados, pero poco a poco el agua está reclamando su lugar, motivo por el que numerosos edificios históricos muestran una inclinación cada vez más peligrosa.
Como toda gran ciudad, la de México tiene una gran oferta de vida nocturna, entregándonos a ella sin reservas, pasándolo bien en garitos que ofrecen rock en directo o visitando otros más tranquilos donde disfrutar de bailes regionales y canciones típicas mexicanas dedicadas a los números extranjeros que allí estábamos, -me sentía como un ‘guiri’ en un tablao flamenco en la noche de la judería cordobesa-, pero que bien me lo pasé, rematando una de las noches con un fuerte mezcal que nos acarreó un fuerte dolor de cabeza al día siguiente.