CUBA (8 de septiembre de 2017)
Después de muchas horas en los aeropuertos de Quito y de San Salvador, por fin llego al de La Habana donde se aprecia mucho ajetreo, sobre todo en las ‘salidas’ pues se acerca el huracán IRMA y todos los turistas están abandonando la isla, ya que los vuelos de los próximos días parece que serán cancelados, pero yo no he tenido problemas en llegar, así que … a disfrutar!. Por lo que, tras cambiar moneda a C.U.C. (pesos convertibles cubanos a casi el mismo valor que el Dólar) e intentar compartir un taxi para la ciudad pues el coste era de 25 cuc (en vano, pues todos los turistas parecen tenerme miedo), llego a la casa reservada por mis amigos desde España, en la que ya estuvieron alojados el año pasado y donde me encontaré con ellos por la noche, ya que su vuelo llega más tarde que el mío.
Mientras los espero, camino por la Avenida de los Presidentes hasta llegar al famoso Malecón donde todos los negocios y hoteles se preparan para recibir al huracán, apuntalando puertas y ventanas, mientras que la gente hace acopio de agua, comida y cerveza … parece que ésto va en serio. Aún así, disfruto del hermoso atardecer sentado en el malecón, disfrutando de la brisa del Atlántico mientras agradezco la posibilidad de visitar un nuevo país.
La mañana previa a la noche del huracán, ya acompañado con mis dos compatriotas y nuevos amigos cubanos, vamos a los mercados locales para comprar comida y bebida antes de que la tormenta llegue a La Habana, no fue fácil pues todo estaba ya casi acabado, pero una vez que lo conseguimos, nos pertrechamos en casa a la espera del huracán.
De inicio, cortan la luz en toda la ciudad para evitar posibles incendios y al rato ya comenzaron los vientos que se fueron intensificando durante las siguientes horas, azotando los árboles y derribando los cristales de las casas que caían al pavimento con gran estruendo.
Al día siguiente, las calles ofrecían una imagen dantesca: árboles arrancados de raíz, casas y garajes inundados, calles enteras cubiertas por el agua del océano y la gente en las calles evaluando los daños propios y ajenos, y éso que el ojo del huracán pasó a más de 50 kms de allí. No quiero ni imaginar como habría quedado todo si hubiera pasado más cerca.