
Pedro y Pablo, Los Picapiedra (6/12/2017)
Hoy hace justo 1 año y seis meses que salí de Córdoba, día en el que Pablo, ‘el Pi’ me hizo la promesa de que al no poder acompañarme en mi viaje, cuando yo llegara a Argentina, él vendría hasta acá y rodaríamos juntos hasta llegar a Ushuaia. Es un tío de palabra y aquí está, junto con Pedro, otro buen amigo.
Han volado desde España hasta Argentina, se han comparado un par de motos chinas (a partir de ahora, las Motomel) y qué mejor sitio para encontrarnos que en Córdoba, en concreto en la población llamada Jesús María, en casa de Oscar. Con el abrazo que les he dado cuando han aparecido, ya de noche, casi los parto por la mitad. Hemos regado el encuentro como debe ser, con unas cuantas cervezas y Fernet con Coca Cola. Además me han traído un par de regalitos, un amortiguador que me consiguió Pepe, de Radikal Motos, y una bomba de Gasolina donada por una Superteneré 750 del año 1991, propiedad del PM y el Greñas, es curioso que la Superteneré y la Africota fueron rivales hace 25 años y ahora una actúa como donante de otra. Tuvieron problemas para pasar las piezas por la aduana pues en Argentina está prohibido importar piezas usadas pero pusieron cara del gatito de Shrek, le lloraron un poco y le dijeron que era para un ‘colega’ que estaba la vuelta al mundo y necesitaba las piezas, el guardia se ablandó y dijo, “Pasad, pero sólo por vuestro amigo”.
Tras montar las piezas en el taller del amigo Luis, (gracias de nuevo PM por enviar un tornillo perforado para conectar la bomba de succión al carburador) y hacerle un reglaje de válvulas a las Motomel, nos fuimos a la cidudad de Córdoba, donde Robin nos acogió en su casa, el cual, para sorpresa de todos, sacó un cartel de la concentra de MAS GAS del año 1.999, que fue la guinda a una buena noche de ‘pollo al disco’ acompañado de cervezas frías y fernet y amenizado con buena música.
Visita obligada a las altas cumbres, pero lo que iba a ser una visita al Mirador del Condor, se quedó en una corta subida off road al observatorio pues las Motomel ya están comenzando a hacer de las suyas, esta vez con la cadena, así que volvemos a casa de Robin a descansar algo pues la velada se preveé larga en la sede del club Hijos de la Noche, con asado incluido.
No se equivocaron las predicciones, pero al día siguiente nos espera una ruta de más de 700 kms por rectas interminables bajo un sol de justicia, así que, sin dormir mucho, y con un café largo, emprendemos viaje hasta Bowen, donde Enzo nos esperaba en su motoposada … espectacular el trato recibido en su casa, por donde han pasado muchos viajeros, como Karen y Dieter, preparándonos su mujer una rica cena y un contundente desayuno que nos dará energía para la ruta, donde los paisajes empiezan a cambiar, y es que, por fin nos acercamos a los Andes.
A través del contacto de un a migo de un amigo, en Malargüe echamos un buen rato de ‘cháchara’ mientras apaciguábamos la calor con una cervecita fresquita. Nos advirtieron que hiciésemos noche allí por la dura ruta de ripio que nos quedaba por delante, pero decidimos tirar “pa’lante” y cuando se haga de noche, buscar algo … y así fue, excelente ‘pieza’ bajo el puente, con colchón de arena y amenizado con fuerte viento, pequeña serpiente y alacrán a la percusión.
Café con agua del río y de nuevo al ripio del camino hasta llegar a Las Lajas para repostar … más de 2 horas de cola alrededor de toda la manzana para poder rellenar los tanques, pero es algo generalizado en Argentina, en casi todas las gasolineras de este país he tenido que guardar cola, aunque no tanto como aquí, bajo un sol abrasador, unas risas con una buena litrona amenizan la espera.
El terreno se va haciendo cada vez más árido y un baño en el río no viene mal para bajar ‘la caló’, aunque las picaduras de los tábanos, a los que parece que soy alérgico, me ponen la cara como un mapa.
Llegamos a Zapala y cuando parece que de nuevo tocaría dormir en el suelo, pillamos wifi, tras más de 2 días sin concexión, y Hugo, de RAGMI, otro grupo de apoyo a motoviajeros, nos lleva a su motoposada donde tras unas cervezas y un ‘mucho’ de fernet, ya escucho roncar a mis dos compañeros de ruta, así que va siendo hora de ponerse los tapones y montar el colchón en la cocina para, al menos, dormir unas horitas.