CIUDAD DE GUATEMALA (17 de junio de 2017)
Mi plan era dirigirme al lago Atitlán, pero la moto está dando fallos eléctricos, concretamente, está volviendo a cargar muy poco, por lo que comienzo a pensar que podría ser el alternador, pues no es normal que se rompan 3 reguladores en tan ‘sólo’ 60.000 kms.
A través del grupo de whatsapp de apoyo al motoviajero contacto con Fernando del Motoclub GUERREROS SIN FRONTERAS y me comenta que en la Ciudad de Guatemala tienen a un buen mecánico, así que decido tirar para allá pues son únicamente 300 kms y creo que la moto aguantará.
A las 6 a.m. ya estoy en pie para intentar que no me agarre la lluvia, pero no ha dejado de llover en toda la noche y durante la mañana sigue cayendo con fuerza, así que en los primeros 11 kms de complicado camino de barro, piedras y cuestas tardo casi 1 hora, aunque las vistas espectaculares de las enormes montañas pobladas de selva con la niebla en su cresta hacen que disfrute del paseo.
Tras llegar al asfalto, con un piso bastante aceptable en una carreta de montaña con muchas curvas, la ruta se torna más divertida, incluso está dejando de llover y se atisba un poquito de sol allá a lo lejos, aunque con fresquito que agradezco pues los días anteriores fueron asfixiantes.
Y así, poco a poco, tras unas cuantas paradas para comer, gasolina y diferentes necesidades fisiológicas, llego a la Ciudad de Guatemala; el tráfico comienza a ser muy intenso y es difícil avanzar entre los coches, camiones y buses. Hay multitud de motos más livianas y ellas pasan de manera sencilla entre los vehículos, pero a mí me cuesta mucho más trabajo debido a lo voluminoso de mi equipaje. Voy avanzando a duras penas y, de repente, de nuevo comienza a llover , pero como apenas quedan 15 kms hasta mi destino y estando en pleno atasco, decido no ponerme el traje de agua … ¡ERROR!
Tardé más de una hora en recorrer esos kms bajo una lluvia torrencial; te puedes imaginar hasta donde quedé empapado … así que cuando llegué al taller donde me estaba esperando Melvin, el mecánico, y Arnaldo, y tras escurrir toda la ropa, me quedé en bañador, que siempre llevo puesto por estos lares debajo del pantalón, ya que nunca se sabe dónde puedes pegarte un chapuzón, je!
Melvin es muy buen mecánico y de la antigua usanza, a pesar de ser joven, ya que viéndolo trabajar, con los números clientes que llegan a arreglar sus ajadas monturas por el uso y el estado de las carreteras y calles, se aprecia que no es un ‘cambiapiezas’, sino que intenta repararlas con los medios que posee a su alcance.
Le explico los síntomas de la avería y en seguida da con el fallo: la conexión del fusible principal está quemada, así que tras cambiar dicho conector (esta vez sí era necesario el cambio), la moto carga a unos magníficos 14,5 voltios. También me arregla el espejo que tenía roto desde mi caída en California por el hielo, me repara el velocímetro de bicicleta que llevo y le hace una revisión general a la moto, no cobrándome nada como apoyo al viajero.
Muy buen rollo e el taller con la gente que entra y sale, incluso avisan a un amigo del periódico ‘El Express … motos y más’ y me hace una entrevista retransmitida en directo por Facebook. Compartieron su comida conmigo, me llevaron a cenar ricos tacos e incluso me buscaron alojamiento en casa de Mario, motorista de otro club (PERRONES) que se portó genial conmigo.
Al día siguiente, un sol radiante, así que aprovecho para llegar de nuevo al taller y así despedirme de mis nuevos amigos, recomendándome rutas y pasándome contactos para los países venideros de Centroamérica. Muchas gracias, Guerreros son Fronteras, siempre rodareis conmigo!!!