El Soberbio – ARGENTINA (25 enero 2018)
Entre que me levanto tarde y la distendida despedida con Daniel, salgo de Monte Casares a las 12 del mediodía, quedándome más de 600 kms por delante. Los primeros discurren sobre la Ruta 14, por la que se avanza rápido, pero aburrido, así que me desvío a carreteras provinciales, mucho más divertidas, pues circulan paralelas al río Uruguay, serpenteando entre sus meandros, avistando en cada momento, del otro lado, Brasil.
Las últimas semanas ha llovido torrencialmente en toda la provincia de Misiones, por lo que todo está impregnado de ese barro rojizo que caracteriza a esta zona, incluso algunas de esas carreteras secundarias se convirtió en camino de arcilla, aunque la cosa no pasó a mayores.
Entre las fotos, parada a comer en la puerta de la única tienda abierta en un pequeño pueblito perdido en la selva, echar gasolina y más fotos, me agarró la noche y los últimos 100 kilómetros los hice por una carretera sinuosa entre la ‘negrura’ de la selva, así que cuando llegué a El Soberbio lo único abierto que encontré fue un camping; tras montar la carpa fui al pueblo a cenar algo, encontrando un kiosko donde sólo quedaban empanadas, media docena me comí, aderezada con una Quilmes de litro bien fría. Magnífico como sirven la cerveza por aquí, ya que el envase lo meten en una funda de corcho para que se mantenga fresquita.
El objetivo de llegar a este pueblo era visitar los Saltos del Moconá, las cascadas más largas del mundo, así que cuando me levanté fui a visitar la oficina de turismo pero me indicaron que era imposible visitarlas pues los ríos venían muy crecidos, así que me dediqué todo el día a … no hacer nada: piscina y relajación; charlando con un par de parejas que también estaban allí. Sólo a mediodía salí a comerme una hamburguesa y otra cervecita bien fría, je.
Al día siguiente el acceso a los saltos seguía impracticable, así que decidí abandonar aquel paraje con la ‘espinita’ clavada de no poder ver esas cascadas … en fin, ya tengo otra escusa más para volver.
