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BELICE (5 De Junio 2017)

BELICE (5 de Junio 2017)

Tengo que reconocer que tras más cuatro meses en México, estaba algo nervioso por volver a cruzar una frontera, pero lo hago con bastante agilidad y en apenas una hora ya estaba rodando por Belice, con el seguro de la moto comprado y todo … Centroamérica me espera!

A los pocos kms pienso que el GPS me está gastando una broma pues el asfalto da paso a un camino de tierra y tras un rato rodando así, me encuentro con unos locales que estaban parados en un coche y me indican que voy bien, que siga en esta dirección y más adelante enlazaré con la carretera asfaltada, ya que si regreso y sigo la otra carretera ‘se da mucha vuelta’.

Así fue, a unas cuantas millas (estamos en territorio sajón y de nuevo vuelven esas unidades raras: millas, libras, galones, …) me encontré con la carretera pavimentada, de piso irregular y atravesando pueblitos con numerosos topes, (como odio los topes) y viviendas separadas unas de otras de estilo costeño, construidas sobre palos.

Llega el momento de echar gasolina, en cada nuevo país es un momento algo tenso pues cada uno tiene su manera diferente de dispensar el combustible. Aclarar que Belice es un país, caro, muy caro, ya que su moneda, el Dólar Beliceño, fluctúa siempre que lo hace el dólar estadounidense: 1 USD son 2 BZD, pudiendo pagar en todo el país con una u otra moneda, o incluso con ambas a la vez.

Por tanto, la gasolina aquí es cara, 10 beliceños por galón, es decir, más de 1,25 euros por litro, siendo la más cara que he pagado en muuuucho tiempo. El idioma oficial del país es el inglés, pero con un acento que me resulta muy difícil de entender, así que a duras penas comprendo lo que me dice, no el que dispensa la gasolina, sino la cajera que me cobra, pero finalmente, y a pesar de parecer una estación destartalada en medio de la nada, puedo pagar incluso con tarjeta.

El país tiene una población total de sólo 330.000 habitantes, y su capital, Belmopán, es una de las capitales estado más pequeñas de toda Latinoamérica, con 16.000 habitantes.

Su ciudad más grande es Belice City, pero decido evitarla pues no hay mucho interesante que ver allí (sólo si vas a las islas cercanas) y me han comentado que no es demasiado segura, aunque no me gusta hablar de estas cosas sin comprobarlo.

Por el camino visito las Ruinas de Altum Ha, donde no había ni un solo turista, solo una pareja de Checos que también rodaban cada uno en sus flamantes BMW pero que tras un par de intentos por mi parte, no tenían intención ninguna de charlar.

Tras la acalorada visita a la hora que a mí me gusta visitar las ruinas mayas, las 2 de la tarde, me dirijo a Placencia, en la costa y de nuevo el GPS me lleva por terracería durante casi 50 millas, atravesando la selva, cruzando puentes de madera y con una ligera lluvia, agradeciendo esta vez que el ‘aparatito’ me haya llevado por allí, por las vistas y porque he podido evitar la negra tormenta que se avistaba en el horizonte.

Por fin llego a Placencia, una larga y estrecha lengua de tierra que discurre paralela al continente, con unas playas espectaculares, pero toda su costa está parcelada con bonitos chalets y hoteles de lujo y empiezo a pensar que no va a ser fácil encontrar algo barato por aquí.

Así es, tras preguntar en varios hoteles, cuyo precio no baja de los 100 USD (como favor por ser temporada baja), encuentro una casa de huéspedes donde vive y regenta Ammad, que me ofrece alojarme en una de sus habitaciones por 25 USD o en la parte de arriba por 50, pero como tiene playa, le pregunto que si puedo acampar, respondiéndome que sí, por 10 USD; monté la tienda ya de noche y tras ir a una tienda cercana a por algo para la cena, ducharme en la casa de Ammad y utilizar un poco su wifi, me fui a dormir temprano tras un día duro pero disfrutando de nuevo de las olas del mar como arrullo para conciliar el sueño. Al perecer la policía vino un par de veces para ver quien estaba acampando en la playa, según me comentó Ammad al día siguiente, pero ni me enteré.

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