CAMPECHE (28 abril 2017)
Bañada por el Atlántico, que después de más de un año sin verlo, se agradece el reencuentro, Campeche es una bonita, amurallada y tranquila ciudad a la que llegamos ya anocheciendo pero teniendo mucha suerte de alojarnos en un bonito hostel cuyo balcón daba a la plaza principal donde había música y baile.
Es sábado por la noche y de nuevo salgo a hacer turismo nocturno. Primero, un bar céntrico, lleno de estadounidenses y de pantallas donde ponen todo tipo de deportes, no aguanto mucho allí y enseguida me voy a los sitios de fiesta que me habían indicado en recepción. Están algo alejados pero viendo que el centro de la ciudad es seguro, decido ir andando atravesando algunas calles un tanto oscuras.
Finalmente llego a mi destino donde me encuentro con terrazas de verano atestadas de gente, tanto que en la primera que entré no había sitio para sentarse, y tras ir al baño, donde un chico me pidió un selfie (a lo que contesté que no era el sitio oportuno), decidí cambiar de garito.
Tras un par de tragos sin charlar con nadie, decido regresar a casa, pero por el camino me encuentro un antro que parecía ‘chido’. Es de cumbia y salsa, así que me siento y al rato ya me habían sacado a bailar, je. Acabé en una mesa con nuevos amigos y tomando cervezas hasta altas horas de la madrugada. Definitivamente, me gustan más estos antros que las discos o bares de copas, ¿me estaré haciendo mayor?