SAN LUIS DE GONZAGA (1 feb 2017)
Dejo San Felipe con destino a la Bahía San Luís de Gonzaga, con parada obligada en el Cow Patty, un bar de carretera en medio de la nada con una decoración divertida y con muchos estadounidenses jubilados que pasan allí todo el día, muy simpáticos y amables. Lugar adecuado para tomarse un perrito caliente y una ‘chela’ bien fría.
Continúo ruta, atravesando el desierto pero rodando paralelo a la costa del Mar de Cortez, ofreciéndome unas espectaculares vistas de sus bahías y de sus islitas que riegan todo el perímetro de este tranquilo mar.
En la bahía no hay muchas opciones, Hotel Alfonsinas, bastante caro para mi bolsillo o alquiler de palapas (pequeñas estructuras de madera y hojas de palmera a pie de playa, bastantes más económicas), así que tras coger provisiones en el supermercado que hay cerca, alquilo una para pasar una tranquila noche acampado en la orilla de la playa, no necesitando ni siquiera montar la tienda de campaña pues la temperatura es perfecta.
A dos o tres palapas tengo vecinos, Robert y Robin, dos estadounidenses que me han invitado a cenar, disfrutando con ellos del atardecer rosado que ofrece la bahía. Son una pareja de jubilados que viajan en su coche durante 2 meses camino de Guatemala, aunque también tienen un Yamaha Superteneré e hicieron el mismo viaje hace algún tiempo con una duración de 6 meses.
La noche no es muy tranquila por los coyotes y perros salvajes que merodean haciendo ruido entre la basura, pero el amanecer que observo desde mi saco de dormir hace que me invada una paz y serenidad que será difícil de olvidar.
